¿Qué es el hogar para ti?

Cuando tomé la decisión de expatriarme, era muy joven y llena de energías. No sé bien qué es lo que me hizo tomar la decisión, solo escuchaba esta voz que me decía «vete a Barcelona». No conocía nada de la ciudad ni de su historia; sin embargo, sentía que debía venir a vivir aquí. 

Hoy me pongo nostálgica.

Este fin de semana han venido mi tía y mi prima de visita y he recordado nuestra infancia en la casa de verano de mis abuelos, qué bello fue. 

Y luego la realidad. 

No tengo a mis amigas de toda la vida aquí, ni a los vecinos que me conocían desde pequeña, o los colores y sabores de toda la vida. 

Los registros culturales han cambiado y escuchar mi prima y mi primo hablar siciliano me ha devuelto a las playas de mi infancia. Es poderoso el idioma materno. Aunque no haya llegado nunca a expresarme con él. 

Para mí «el de siempre» es otro; de mis amigas aquí. El registro cultural es diferente, no es solo el idioma, es cómo se utilizan las palabras. Por ejemplo, si utilizo expresiones que con mis amigas en Italia o en Sicilia son súper naturales aquí se leen como «muy bestia». Este es solo un ejemplo del shock cultural, luego hay muchos más.

La vida da emigrante/ inmigrante es curiosa. 

El otro día tenía una sesión con Tina, una mujer de más de 60 años que también viene de otro país; su marido la ha dejado por otra más joven. Un cliché. Lo que cuenta Tina es que ahora que su matrimonio está acabando, ella esta aquí sola, sin su familia. Tienen un hijo mayor que ya es un hombre, hace su vida. Ella se siente como un pez fuera del agua. 

Porque lo que es cierto es que los sabores, los colores y los olores de toda la vida te reconfortan como nada ni nadie lo hace.

Será porque hemos crecido con ellos; y en la infancia nos reconfortaban en nuestra cotidianeidad hecha de alegrías, pero también de decepciones y dolores. Y cuando llega un gran dolor, lo que queremos es sentirnos a salvo, seguros, no importa nuestra edad: lo que importa es sentirnos arropados. 

Cuando vivimos en el extranjero esto se vuelve algo más difícil. Ojo, no imposible. 

Más difícil porque esta necesidad de arroparnos está muy presente, pero también lo está la gran soledad que a veces podemos sentir al ser extranjeros. 

Por eso, lo más importante es poder arroparnos a nosotros mismos.

Y ¿eso se puede hacer? ¡Claro que sí! 

Todo mi pequeño mundo de cuna sigue estando en mi corazón. Si ayer me dejaba arropar por los que me rodeaban, hoy puedo arroparme a mí misma. También puedo dejarme sentir la nostalgia de mi tierra. Suena cursi, lo sé, pero es el abrazo más sincero y más antiguo que puedo encontrar al vivir lejos de casa.

  • ¿Qué es casa?

Los que nos hemos ido lejos, sabemos que casa está en nosotros mismos y sabemos de la importancia de tener el corazón bien ordenado, limpio. Este fin de semana mi tía ha flipado con mi álbum de fotografías, no sabía que durante años me he ido llevando fotos de familia para hacer mi propio álbum. Esto me ayuda a estar en contacto con lo que ha sido, mantenerlo ordenado dentro de mí y volver a ese pasado hecho de la casa familiar, de la convivencia con los de mi sangre, haya sido buena o mala. 

Este sentimiento de pertenecer me hace más fuerte, aunque ahora esté lejos.

Si quieres que te ayude a ordenar tu corazón, estés donde estés, las sesiones de Terapia Gestalt conmigo te interesan. 

Te deseo un feliz lunes.

Recibe mi abrazo.

¿Tienes algo que dar?

¿Qué es para ti la libertad?

Para mí la libertad ha sido un objetivo muy temprano: poder hacer lo que quiera sin tener que justificarme con nadie. 

La Gestalt habla del concepto de libertad unido al de responsabilidad. 

Eres libre y eres responsable de tus acciones. Solo de tus acciones. La responsabilidad de tu vida es solo tuya y solo puedes hacerte responsable de lo tuyo. No de lo de tu familia: hijos, padres o hermanos.

Este enfoque me sedujo, Solo necesito hacerme responsable de lo mío…

Para mí, que crecí siendo hiper-responsable de mi hermana y de mi madre, limitar la responsabilidad a mi propia vida es reconfortante. 

Sin embargo, esto no significa estar separada de los demás. 

A veces se puede confundir la libertad con individualismo o falta de compromiso social. Quizás la influencia sobre el estilo actual (estilo de vida y estilo de Gestalt) esté siendo monopolizada por América y sus valores. Si bien apoyo la libre elección y la autodeterminación de las personas, reconozco que el peligro es acabar mirando y viendo solo mi ombligo y el del círculo más cercano. 

¿Sabes de qué estoy hablando? De estar abierta a algo más grande que tú y los tuyos. 

A veces se piensa que apoyar una causa que deje el mundo mejor que como lo hemos encontrado significa sacrificio personal. La verdad es que hay varios niveles de compromiso y que cada uno puede elegir desde dónde quiere participar.

A veces no hace falta estar en primera línea de militancia. 

A veces solo con dar alguna hora de tu tiempo y dedicarte a un aspecto de una determinada causa es suficiente. 

Hay quienes quieren adherirse a una causa animalista o ecologista; otros prefieren colaborar con la Cruz Roja o en algunos hospitales. Eso depende. 

Si pudieras dar algo que no sea dinero ¿qué darías?

Eso te lo pregunto por que hay una frase que me da vueltas en la cabeza desde hace unos días y dice así: «Es tan pobre que solo tiene dinero».

Y realmente tengo mucho más que dinero. Y tú también. 

Hace tiempo pusieron una peli que hablaba de cadenas de favores. No la vi y no sé de qué va, pero me hablaron de ella y lo que entendí y me gustó es el concepto de dar a otros. Salir un poco de esta actitud derrotista y demandante en la que nos encerramos a veces. No sé si tú lo haces, pero yo a veces lo hago y veo que otra gente también lo hace.

Es darnos cuenta de que tenemos mucho más de lo que nos pensamos.

Otra cosa es que no lo vemos o no lo reconocemos. 

¿Sabías que la inmensa mayoría de la población tiene un móvil más poderoso del ordenador que nos hizo llegar a la luna en los años sesenta? Pues yo no veo que hagamos nada de extraordinario con ellos si no es exhibirnos en redes sociales. 

Y esa imagen mental es la que tenemos que emplear hacia nosotros mismos. Aún no hay un ordenador capaz de emular las maravillas y el poder de nuestro cerebro, y vamos por ahí como si fuéramos desgraciados.

¿De verdad no tenemos nada que dar o no tenemos tiempo para colaborar con que la humanidad se mejore a sí misma? 

Si estás preparado o preparada para descubrir tu lado brillante y luminoso, las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan.

Lanzarse: un salto de confianza

En algún momento de nuestra vida decidimos confiar.

Aunque quizás no tengamos las razones para hacerlo, solo tenemos una sensación en el corazón que nos hace dar un paso adelante.

Esto me pasó la semana pasada. Escuché hablar a una persona que me gusta y que lleva ocho años llevando su negocio digital con mucha dignidad y éxito; sobre un curso para desarrollar habilidades necesarias para crecer, llegar a más personas y mejorar los resultados.

A pesar de que varias veces me he negado a hacer más cursos, esta vez he sentido algo que no era lógico dentro de mí y he confiado en ello.

Me he lanzado.

A pesar de todos los pesares y de esa otra voz que pueda decirme: «Esto no te servirá de nada, ya te conoces estas cosas, estás tirando el dinero y el tiempo», y todo este magnífico discurso que no hace otra cosa que boicotear mi vida.

Es cierto que quizás otro curso no sea la panacea; sin embargo, marca la fuerza de mi determinación.

Y lo más importante para mí es darme cuenta de que no lo hago para ganar más dinero; realmente no necesito más dinero.

Aunque sí, quiero más dinero.

Lo hago porque siento que aún no estoy dando todo lo que puedo dar, mi mensaje no se está trasmitiendo de manera clara; y esto depende de mí.

  • Creo que puedo dar algo más.
  • Quiero dar algo más.
  • Quiero crecer y mejorar esto.

Agárrate fuerte porque en estos meses vendrán novedades, cambios, aunque aún no sé cuáles.

Decido confiar, en mí en primer lugar.

Quiero sacar esto adelante, realmente creo que el presente y el futuro de mi profesión como psicoterapeuta pasa por el online. Pasa por comunicar cada vez de manera más contundente mi mensaje: «Ya tienes todo lo que necesitas dentro de ti para ser feliz, para estar bien y vivir la vida que quieres para ti».

Una de las cosas que más me gusta de el counselling Gestalt es su confianza en la auto regulación del organismo. En la naturaleza todo crece en armonía y prosperidad. Si esto no pasa es porque estamos interfiriendo de alguna manera. Es importante aprender qué quiere decir «interferir» para poder dejar de hacerlo.

El enfoque de la Gestalt te propone ampliar tu capacidad de «darte cuenta», tu nivel de conciencia, para luego poder ejercer responsabilidad sobre tu vida.

La cosa es que muchas personas piensan que esto es palabrería hueca para ganar dinero.

Es un tema de confianza.

Y no se trata de confiar en alguien externo, se trata de confiar en una misma.

Se trata de confiar en que yo también puedo crecer y desarrollarme naturalmente hacia la armonía y la prosperidad.

Para que vengan nuevas experiencias y nuevos regalos, la puerta debe estar abierta. Solo la puedes abrir tú desde dentro. Si quieres que te acompañe en este proceso; en mí encontrarás una compañera que confía en que nuestro ser más profundo conoce el camino. Para esto hay que tomar el poder que tenemos y cuidarlo. Si quieres que te ayude en este camino de espinas y de rosas, las sesiones de Terapia Gestalt conmigo te sirven.

Vida de expatriados, problemas de emigrantes

Después de tres años he vuelto a Piacenza, la ciudad de mi padre. Viví aquí de los 15 a los 23 años, hasta que me mudé a Barcelona. Es una ciudad gris, fría, con mucha niebla e industrias. Guay, ¿verdad?

Lo que hay aquí son mis amigos. Y todo vuelve a ser del color de las rosas. 

Creo que cuando conoces alguien en el instituto y sigues siendo su amiga 20 años después, es porque ha habido un flechazo. 

¿Hay enamoramientos entre amigos?

Yo creo que sí. 

Hay confianza, complicidad, una manera de bromear y estar juntas que difícilmente vuelve a repetirse con otras personas, y no porque no haya cariño sino porque no hay veinte años de amistad detrás. Con muchas cagadas, broncas y momentos maravillosos y memorables.

Ya no es posible hacer pellas en el cole, escaparte un fin de semana para dormir cerca del río, emborracharte hasta encontrarte mal y que te cuiden los padres de tu amiga o tener que preparar los exámenes de selectividad; con todo el compañerismo que esto conlleva.

La vida de adulta a veces es individualista, por lo menos eso me parece a mí. 

La pregunta me surge espontáneamente: ¿Por qué no vuelvo aquí?

Esta misma es la pregunta que me hizo el miércoles una clienta que está viviendo en Ámsterdam y que echa de menos vivir en Catalunya. 

¿Cómo se decide dónde vivir?

Vamos a ver: no somos la primera generación que emigra y se reubica. Los casos de las generaciones anteriores que conozco (por ejemplo la de los padres de otra cliente que emigraron para hacer fortuna en Suiza), tenían claro que emigrar era un trámite de unos años hasta que pudieran reunir el dinero suficiente para volver. 

Hoy en día esto no está tan claro. Los que emigramos queremos crearnos una vida, un hogar en el nuevo país, y a menudo no contemplamos la posibilidad de volver. 

Es cierto que volver aquí me pondría muy contenta, pero ¿qué sería de mi vida aquí?

Puedo haber tenido suerte con mis amistades en el instituto, pero ¿es esto suficiente para vivir aquí?

Francamente, me temo que no. 

Existe todo un entorno social en el que siento que no encajo. El norte de Italia es serio y severo en general. A pesar de haber tenido muchísima suerte con mis amistades, sé que más allá de ellas no hay mucho para mí aquí. 

Y esto me entristece. 

Al mismo tiempo, entiendo que no se puede remediar. 

A pesar de ser un país latino y no gozar de los privilegios de los países nórdicos, para mí Catalunya es libertad, atrevimiento, buena vida e innovación, vanguardia. Más allá de este momento un poco gris, sigue siendo una tierra valiente, de gente muy honrada y con la cabeza bien amueblada. En Catalunya, y en España, se respetan algunos derechos humanos y sociales que aquí en Italia quizás necesiten años para ver la luz, si llegan a verla algún día. Eso parece una tontería, pero para mí es algo muy grande. No es solo respeto el ámbito LGTBI, que también, sino por ejemplo la experimentación sobre las células madre, que aquí está prohibida por el Vaticano; y la fecundación asistida, que también está vetada. Italia es un país maravilloso que se está quedando muy viejo y demasiado conservador para mi gusto. Cuando los republicanos me hablan de la familia real española y sus gastos, yo sonrío por dentro y pienso que no saben lo que significa tener el Vaticano cerca, con su inferencia, rigidez, privilegios. Y una presión fiscal del 45%-50%.

Eso no me interesa.

Cuando decidimos dónde vivir, dónde formar nuestra familia, dónde celebrar nacimientos y llorar muertes, dónde envejecer y quizás morir; no lo hacemos solo pensando en el trabajo, hay una infinidad de otros factores que tener en cuenta. 

Si quieres que te acompañe para hacer todas estas consideraciones juntos, para ver cómo es tu experiencia de expatriado o expatriada y cómo puedes estar más en paz con toda la movida emocional que esto conlleva, las sesiones psicocounselling Gestalt conmigo  te interesan.

El punto cero de tus polaridades

¡Qué calma!

De momento parece haber parado el viento y la lluvia, la calma después de la tormenta, y… ¡qué tormenta!

Podemos considerar estos estados, calma/tormenta, como polaridades. 

El mundo está repleto de polaridades. Desde el principio de los tiempos, el ser humano ha dividido el mundo en polaridades: calor y frío, luz y oscuridad, bueno y malo, bello o feo; son solo algunas polaridades. Si te paras a pensar un poco en ello, verás cómo hemos dividido y separado el mundo en dos opuestos. 

Para concretar el mundo, lo dividimos en opuestos. Esta división puede dar como resultado un sinfín de degradados que nos llevan de un polo al otro.

También es posible ver solo los dos polos. Observemos la polaridad hombre/mujer. Hay quien se identifica solo con uno de los dos polos. Solo hombre, 100% hombre; o solo mujer, 100% mujer.

Bien. 

Sin embargo, en realidad, la separación no es tan clara. 

¿Cómo podemos identificar el «calor» sin el «frío»? 

De la misma manera, ¿cómo podemos identificar el «hombre» sin la «mujer»?

¿Cómo podemos identificar la «calma» sin la «tormenta»?

Algunas polaridades están cargadas de «emoción». No es lo mismo pensar en calor/frío que en bueno/malo u hombre/mujer. Así, bueno/malo u hombre/mujer son polaridades cargadas de valor social y personal.

Si aceptamos que la experiencia humana está dividida en polaridades, podemos observar cómo estas se evidencian en nuestra vida. Por ejemplo, para algunos la polaridad hombre/mujer puede ser rígida. «Soy hombre y no tengo nada de la parte femenina», o «soy mujer y no tengo nada de la parte masculina». También se puede ver desde una infinita gama de tonalidades que nos lleva de una polaridad a la otra. Como si hiciéramos un degradado: de negro a blanco con todas las tonalidades de grises que podamos poner entre ellos.

La counselling Gestalt nos explica que cada polo incluye su opuesto y que la capacidad de verlo, dialogar con él y llevarlo a la conciencia nos conduce a una mayor conciencia y serenidad. 

Lo que nos interesa, en el counselling, es identificar cuándo hay un conflicto entre las partes y facilitar el diálogo entre los polos para lograr situarnos en un lugar interno en el cual ambas polaridades se ven y respetan. 

Este lugar se conoce como punto cero: un lugar de indiferencia creativa en el que están ambas y ninguna quiere dominar la otra. 

Así vemos que un hombre puede tener muy escondida su parte femenina por varias razones, y puede llegar un momento en su vida en que esta parte de sí mismo, escondida, renegada y acallada, reclame atención. Este proceso en sí no pretende ir en contra de la masculinidad del hombre, pretende completarla; añadiendo partes de la personalidad olvidadas, juzgadas.

Eso mismo pasa con personas que se identifican solo con la polaridad «buena persona» y que olvidan «la mala persona» que podemos ser todos en algún momento. La «mala persona» que eres, tiene algo que aportar a tu vida. 

Si quieres descubrir todos los aspectos de ti misma, de ti mismo, te sugiero que comiences un proceso de counselling Gestalt conmigo. Te servirá para ser más completo y vivir más en paz y equilibrio. 

Cómo comencé con el counselling gestalt

Era el 2007 y yo estaba trabajando en la producción de una película en 3D en A Coruña. Aquel año había vivido en Glasgow y en Santiago de Compostela. Había hecho varias mudanzas de largo recorrido. De Barcelona a Santiago; de Santiago a Glasgow, de Glasgow a Milán y de Milán a La Coruña. Estaba cansada aunque no lo sabía, no me daba cuenta. Con 26 años tenía tanta energía que era necesario que me desmayase para parar. 

Todos estos movimientos traían consigo mucha fiesta. Galicia, especialmente Santiago, había sido un gran parque de atracciones para adultos. De esos donde las madres no quieren que vayan sus hijos. Mucho menos sus hijas.

Lo único que quería era ser feliz, como todos.

Quizás tener una pareja, ser amada. Asentarme y sentir que estaba construyendo algo mío. 

Desde joven el trabajo ha sido mi obsesión principal. 

En la empresa donde trabajaba, en el departamento de animación, solo había otra mujer. Al cabo de unas semanas, cuando tuvimos más confianza, me dijo: «cuando vi que había llegado otra mujer me sentí a salvo, pensé que ahora me dejaría en paz». Me estaba hablando de Julio, el terrible supervisor del departamento. 

A menudo subestimo los desafíos de la vida y entonces también lo hice, pensé: «no puede ser para tanto, esta mujer debe ser muy sensible».

Pero sí que lo fue. 

En poco tiempo era la animadora que trabajaba en más secuencias con buena calidad. El supervisor aprobaba mis planes y yo ganaba bastante, ya que el sueldo iba en relación con los objetivos: cuanto más trabajas más ganas. 

En la revisión mensual con Julio, me dijo que no estaba contento con mi trabajo. Creía que no me esforzaba y que la calidad no era buena. Yo me enfadé. «¿Qué está diciendo este tío? Si es él mismo quien aprueba mi trabajo, ¿cómo puede ser que ahora me diga que no va bien?». Aunque en la primera revisión no me atreví a decirle nada de eso. En la segunda tampoco, ni en la tercera. 

Empezaba a darme cuenta de lo que decía mi compañera. 

En los descansos que hacíamos, Julio giraba la cara cuando hablaba yo. 

Delante de todo el mundo. No lo hacía con nadie más.

Con el tiempo me di cuenta de que decía que era homosexual y que odiaba a las mujeres, un misógino. 

Empecé a percatarme de que ese tío me estaba machacando. 

Sin embargo, no le culpé a él. Pensé que era yo que estaba haciendo algo mal, que no era suficientemente buena. Que tenía que trabajar más y mejor. Aunque nunca era suficiente.

De repente mis buenos resultados no contaban, contaba su mirada insatisfecha, contaban sus críticas a mi persona y a mi trabajo. Mi jefe directo no estaba satisfecho conmigo, tenía que ser mi responsabilidad. 

Eso, unido al cansancio de tanta mudanza y los exceso de las fiestas, me hizo petar. Un día estaba literalmente llorando por la calle, con mis gafas de sol puestas para que nadie me viera, siempre muy digna yo; y vi un sitio que se anunciaba diciendo: Desarrollo Humano.

«Eso es lo que necesito», pensé. 

Entré y pedí una primera sesión.  

Si también quieres desarrollar tu humanidad, las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan.

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