¿Cómo se llama tu elefante?

Hoy te propongo un nuevo juego.

No sé si lo sabes, pero tengo un nuevo amigo. Se llama Pillo y es un elefantillo rosa que ocupa mi salón de vez en cuando. Pretende recordarme algo. Es algo tan evidente  que lo he perdido de vista. Por eso ha venido Pillo: para recordarme que hay un aspecto de mi vida que estoy ignorando.  

Una clienta el otro día me dijo: «¡ya se como se llama mi elefante rosa! Tiene el nombre de mi marido; que es enorme, se ha empotrado voluntariamente en el sofá y, aunque no sea rosa, me está dando un mensaje muy claro». Otra clienta me decía: «mi elefante se llama como la empresa para la que trabajo, me está chupando la vida».

El mío se llama Pillo, como se les dice a los niños jugando. Me recuerda precisamente que yo no juego; que me estoy pasando la vida ignorando la parte de disfrute, la parte más hedonista y placentera. Cuando muera probablemente escribirán un epitafio que diga: «Ha muerto cumpliendo su deber». 

Francamente, me da bastante mal rollo.

Quizás la vida sea algo más que resolver problemas y cumplir con expectativas (propias y de otros) muy exigentes. 

Quizás la vida se despliegue en la risa que llena el corazón de calor y humanidad. 

Quizás realmente debamos dejar a las máquinas el cumplimiento del deber y reclamar un espacio de eso, de humanidad. Correr en la naturaleza, oler una flor, contemplar el mar, disfrutar de una buena comida, abrirse a los placeres más carnales y terrenales. 

Dejar que los minutos se vuelvan horas y las horas, días.

Hasta que no seamos dueños de nuestro tiempo, seguiremos siendo esclavos. 

Por eso quiero integrar más el juego, y por eso necesito integrar el juego también en mi práctica terapéutica. 

En esto me ha inspirado mucho Paolo Quattrini, en una conferencia que dio para el colegio de psicólogos en Roma (si recuerdo bien) cuando, hablando de la práctica terapéutica, dice: «Si nos divertimos, sirve más».

Así pues, este es mi elefante rosa.

 ¿Cuál es el tuyo? 

 ¿Cómo quieres llamarle?

Es el asunto pendiente más grande y evidente que tienes… y que sigues ignorando. 

Sabes de qué estoy hablando. Permítete ser brutalmente sincera contigo mismo o contigo misma, la realidad siempre gana. 

No te preocupes, no te propongo enfrentarte a él, no todavía.

¿Cómo pretendes hacer salir a un enorme paquidermo rosa de la puerta de tu casa sin hacer alguna reforma estructural?

Creo que es necesario tiempo y paciencia antes de poder deshacerte de este inesperado compañero de viaje.

No es necesario solo un proceso terapéutico, es necesario abrazar una filosofía de vida que se fundamente en el auto-respeto y en la auto-alianza. Es bueno que alguien experto en esta filosofía de vida te acompañe. Es bueno ponerte pequeños retos que empujen el cambio y que respeten los tiempos de cada uno.  

Recuerda que el proceso de psicocounselling Gestalt conmigo puede ayudarte en ese proceso.

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