Hoy es oficial: los británicos abandonan la Unión Europea.
Me da pena.
Puedo comprender que no se sintieran cómodos con ciertas normas de la Unión. A mí también me cuesta en ocasiones.
Sin embargo, sigo creyendo profundamente que la unión hace la fuerza.
Quizás sea por haber crecido en los años 80. Recuerdo muy bien cómo se nos educaba en un sentimiento de hermandad europea.
Y no solo con el resto de países, también con otras regiones dentro de Italia.
Aunque allí, la identidad regional se ha ido diluyendo.
Hablar en dialecto muchas veces se considera ignorancia, y se valora más hablar un italiano estándar como sinónimo de cultura.
A mí esto me sigue pareciendo una pérdida cultural. Como cocinar pasta sin sal.

En cambio, Catalunya me ha ayudado a redescubrir el valor de las raíces y de una cultura viva que las protege y alimenta.
Es una lástima que la globalización tienda a uniformar las diferencias, en lugar de potenciarlas.
Criticar las culturas distintas para que la propia gane en valor es una trampa.
Una tontería contagiosa.
Y en ese contagio, acabamos criticando también nuestra propia cultura.
Como si compitiéramos por quién tiene la mejor. Un juego absurdo que nos aleja del otro y de nosotras mismas.
Curiosamente, en casi todos los países se repite el mismo patrón:
El norte suele reprochar al sur su falta de eficacia.
El sur acusa al norte de rigidez y frialdad.
Y esta dinámica se reproduce a pequeña escala dentro de cada país.
Al final, seguimos dando fuerza a estereotipos heredados, que poco tienen que ver con la realidad.
Son prejuicios culturales que arrastramos sin cuestionar.
La lealtad hacia lo propio tiene un componente instintivo.
Se trata de los nuestros frente a los otros, los “bárbaros”.
Pero la verdad es que, en algún momento de la historia, todos hemos sido los otros.
Todos hemos sido, y seguimos siendo, bárbaros.
Y tal vez ahí haya una clave.
Quizás se trate de aprender a convivir entre diferentes bárbaros, de distintos colores, acentos y sabores.
Y entender que, para muchas personas, la diversidad es una forma de riqueza.
Si quieres reconectar con tu singularidad y construir relaciones más libres y respetuosas con quienes te rodean, las sesiones de counselling Gestalt pueden ayudarte a dar ese paso.
Gracias por estar. Que tengas un feliz fin de semana.