Primera Sesión Gratuita

Tres pilares que sostienen mi forma de acompañar en Terapia Gestalt

La terapia no es un servicio técnico ni un acto de fe. Es un encuentro entre personas, en el que el cuidado, la verdad y la conciencia se entrelazan para abrir un espacio donde pueda surgir algo nuevo.

En mi práctica como terapeuta gestalt, hay tres pilares que sostienen cada proceso que acompaño: la desestigmatización crítica de las experiencias “atípicas”, una terapia Gestalt ética anclada en la realidad compartida, y la confianza en la experiencia encarnada como brújula terapéutica.

1. Desestigmatizar no es negar: reconocer y responsabilizarse de la diferencia

Hablar de salud mental en estos tiempos implica posicionarse. Muchas personas llegan a consulta con etiquetas encima —diagnósticos que nombran el sufrimiento desde fuera—, con una mezcla de alivio y condena. En mi forma de trabajar, no ignoro esas etiquetas, pero tampoco las convierto en identidad.

Desestigmatizar no significa negar la existencia de lo que duele o se desconoce. Al contrario: implica poder mirarlo sin cargarlo de juicio ni miedo. No se trata de eliminar la categoría de “trastorno”, sino de devolverle su dimensión humana, de preguntarnos qué función cumple ese síntoma, qué intenta expresar o proteger. Y también, de acompañar a la persona a hacerse responsable de su forma de estar en el mundo, sin diluirse en el diagnóstico ni victimizarse en él.

La responsabilidad —entendida como capacidad de respuesta— es clave en este enfoque. Acompaño procesos donde la diferencia no se patologiza, pero tampoco se romantiza. Porque solo cuando somos capaces de reconocer lo que hay, sin negarlo ni maquillarlo, podemos abrirnos a una transformación real.

Terapia Gestalt ética: Pregunta sobre un espacio terapéutico seguro y los tres pilares que lo sostienen

2. Ética viva: un espacio con realidad, sin consignas

Trabajo en un encuadre donde la ética no es una lista de buenas intenciones, sino una práctica viva. Esto implica sostener un espacio libre de dogmas —religiosos, políticos o terapéuticos— sin caer en un relativismo en el que “todo vale”.

La terapia no es neutral, pero sí necesita un marco simbólico compartido. Un suelo común donde podamos reconocernos sin exigir adhesión a un discurso previo. Por eso, aunque respeto el derecho de cada persona a expresar sus creencias, mi compromiso es ofrecer un espacio libre de consignas ideológicas, donde no se imponga ninguna narrativa política ni religiosa.

El campo terapéutico es un espacio intersubjetivo, no un lugar de militancia. Acompaño luchas personales, sin poner el proceso terapéutico al servicio de causas externas ni de otros intereses.

Sostener esta frontera es fundamental para que el encuentro sea verdaderamente ético: un lugar donde podamos escucharnos sin máscaras, sin consignas, y sin tener que encajar en ninguna corriente dominante. Trabajar con la realidad compartida —el cuerpo, el lenguaje, los límites— es parte de esa ética. Porque sin un suelo común, no hay campo. Y sin campo, no hay posibilidad de contacto verdadero.

Cuerpo, presencia y experiencia encarnada

En una cultura que privilegia la mente discursiva y a menudo desconecta del cuerpo, confiar en la experiencia encarnada es un acto clínico y ético. El cuerpo no es solo un canal de expresión; es el lugar donde la experiencia se ancla, donde lo no dicho se manifiesta y donde muchas veces comienza la posibilidad de contacto.

Trabajo desde la escucha corporal, la presencia afinada, el registro sutil del gesto y del tono. Porque es ahí donde muchas veces aparece la verdad antes que en la palabra. El cuerpo no necesita justificar sus señales. Solo pide ser escuchado.

Este pilar también se articula con una estética del vínculo: una sensibilidad relacional que permite registrar cuándo hay sintonía y cuándo algo se desajusta. No se trata de aplicar técnicas, sino de habitar un ritmo, una melodía, una presencia, una forma de estar disponible sin invadir.

Una práctica al servicio de lo real, no de la consigna

Estos tres pilares —desestigmatización crítica, ética relacional y confianza en la experiencia— configuran una práctica terapéutica orientada al cuidado, la verdad y el respeto por la complejidad de lo humano.

Acompaño a personas, no a categorías. Me importa más lo que ocurre entre tú y yo que las etiquetas que puedas traer. Y si hay lucha, dolor, identidad o transformación, que sea desde el encuentro y no desde la consigna.

Porque en el fondo, lo que más necesitamos no es que nos definan, sino que nos escuchen sin disfrazar el contacto. Y eso, en mi experiencia, es lo más terapéutico que existe.

¿Quieres seguir explorando?

Si este tema resuena contigo, quizá te interese abrir un espacio para hablarlo en sesión. Cada proceso es único, y puede ser útil parar, mirar y ponerle palabras a lo que estás viviendo.

Duración habitaul:

60 min.

Modalidad:

Terapia Gestalt

Enfoque:

Presencial u online

Primera sesión:

Gratuita

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