En muchas relaciones, especialmente en pareja, puede aparecer el dilema entre complacer al otro o ser fiel a uno mismo. Y a veces, el miedo a generar conflicto nos lleva a elegir al otro… una y otra vez.
Pero cuando evitamos el conflicto constantemente, también evitamos partes importantes de quienes somos.
El precio de evitar
María (nombre ficticio), una clienta reciente, compartía algo muy común: salía con personas que no le interesaban solo por agradar a su pareja. No quería herirlo, ni quedarse sola. Pero su cuerpo hablaba: tensión en la boca del estómago, desgana, malestar persistente.
Ella misma lo expresó con claridad: «Me encantaría tener la libertad de quedarme en casa y decir que no quiero salir.»
Y ahí está el nudo: cuando priorizamos evitar el conflicto sobre nuestro bienestar, dejamos de respetarnos.

¿Dónde queda la libertad en pareja?
Una relación sana no es aquella donde todo se negocia para no incomodar, sino donde hay espacio para decir “esto no me hace bien” sin miedo a perder al otro.
En nombre de la armonía, muchas veces renunciamos a conversaciones necesarias, a verdades que duelen pero liberan.
Pero el silencio constante, la autoanulación, no sostienen la paz: la aplazan.
El conflicto no es el enemigo
Evitar el conflicto a toda costa puede parecer una estrategia de supervivencia. Pero en realidad, es una forma de desconectarte de ti.
Quien vive evitando el conflicto:
- No se permite nombrar sus necesidades.
- No marca límites.
- No se siente libre de habitar su diferencia.
Y termina sintiéndose sola, incluso rodeada de gente.
Un proceso para reencontrarte contigo
En el counselling Gestalt, no trabajamos para ayudarte a adaptarte mejor a lo que te daña. Al contrario: trabajamos para que puedas encontrarte contigo y salir al mundo desde ese lugar, sabiendo que quizás no siempre gustará a los demás, pero que será real y más amable contigo misma.
Evitar el conflicto no es sostenible. Sostenerte a ti sí lo es.