Cuando decidimos irnos a vivir a otro país, muchas veces no sabemos del todo por qué. Hay una intuición, una llamada, un deseo de explorar.
A veces solo sabemos que tenemos que movernos, como si algo dentro nos dijera: “ahí encontrarás algo importante”.
Y lo cierto es que encontrarse lejos de casa es una experiencia profundamente transformadora.
Volver al recuerdo y sentir la raíz
El otro día recibí la visita de mi tía y mi prima, y al oírlas hablar en siciliano, algo se encendió en mí.
Fue como un viaje inmediato a las playas de mi infancia, a los sabores, los olores y las palabras que me construyeron.
Y sentí algo muy humano: nostalgia de hogar.
¿Dónde está el hogar cuando ya no está cerca?
En Barcelona he construido amistades, una vida, un presente.
Pero el idioma, las expresiones, los códigos culturales… no son los de “siempre”.
Y eso, en algunos momentos, puede hacernos sentir extraños incluso en lugares donde somos queridos.
Lo hablaba hace poco con una cliente:
—“Ahora que mi matrimonio se ha acabado, me siento como una extranjera completa. Ni aquí ni allá.”
Y es que cuando el dolor golpea fuerte, no buscamos explicaciones racionales. Buscamos refugio.

El cuerpo y el alma buscan arraigo
Los sabores y colores de siempre reconfortan porque nos acompañaron cuando éramos niños.
Y en ese pasado cotidiano, entre risas, rutinas y también dolores, aprendimos lo que era sentirnos a salvo.
Cuando emigramos, ese refugio físico desaparece.
Pero la buena noticia es que podemos construirlo dentro.
Arroparte cuando no hay brazos conocidos cerca
No es cursi. Es vital.
A veces, lo más tierno y poderoso que puedes hacer es abrazarte tú misma con todo lo que has sido:
- con tus álbumes de fotos,
- con tus canciones de infancia,
- con tus recuerdos,
- con tu historia.
Crear dentro de ti un espacio donde puedas decirte:
“aquí estoy, y aquí estoy bien.”
Hogar es lo que ordenas dentro del corazón
Los que vivimos lejos sabemos que el hogar no siempre es un lugar físico.
A veces es una sensación.
Una certeza íntima de pertenencia.
Un corazón ordenado y acogedor al que volver. Si estás lejos, si te sientes dividida entre países, idiomas o culturas, la Terapia Gestalt puede ayudarte a reconectar con lo que te ancla, te calma y te da sentido.