La trampa de lo fácil

La trampa de lo fácil

A menudo tenemos la solución delante nuestras narices y no la vemos.

Quizás la intuimos y, como no nos gusta, fingimos que no la vemos.

Eso me recuerda a algo que J.P. Sartre, un filósofo francés, decía: «La diferencia entre la inconsciencia y la mala fe es muy sutil».

Vamos a ver, la inconsciencia es cuando no tienes ni idea de lo que estás haciendo o de lo que está pasando. La mala fe es cuando lo sospechas y prefieres no pararte a mirar mejor. No te interesa mirar mejor.

¿Cómo puede ser que a una persona no le interese ser consciente de lo que está haciendo en el mundo, a sí misma, o a sus seres queridos? Bueno, si fuera consciente probablemente no podría seguir actuando como actúa, y resulta que hay una ventaja en el comportamiento neurótico…

¿Cuál?

Cada uno tiene su ventaja. Es tan variado como la especie humana, no se puede generalizar. Hay personas que harían de todo para evitar el conflicto, otros para seguir teniendo la razón y otros para no sufrir. El mundo es bello porque es variado, y el mundo de la neurosis no es menos.

Por eso en la Gestalt se prefiere evitar las generalizaciones: no sirven de mucho porque es hablar por hablar sin asumir el riesgo que conlleva expresarte en primera persona, hablando de ti en lugar de, por ejemplo, lo que hacen las mujeres de más de treinta años hoy en día (generalizando).

Es así como no nos implicamos en nuestra vida, preferimos abrir la boca para airearla antes que para hablar francamente de nosotros, y mucho menos para expresar lo que sentimos y necesitamos.

A menudo preferimos no ver esto.

Prefieres recorrer un camino aparentemente más fácil, menos ético para contigo mismo. Un camino de apariencia, de comodidad, de dejarte guiar por la opinión de los demás, de conformismo.

Y así se nos va la vida. Entre una sonrisa que esconde una incómoda verdad y un «no pasa nada si lo vuelvo a hacer otra vez». Es así como nos engañamos, como nos permitimos seguir actuando contra de nuestro bienestar.

«Fácil» no siempre va de la mano con «bueno».

Lo fácil es atractivo.

Lo fácil es tentador.

Lo fácil es una trampa…

… A veces lo fácil es una trampa.

Si quieres que te acompañe para que descubras cuáles son tus personales trampas, las sesiones de counselling gestalt conmigo te interesan.

Gracias por estar, recibe un abrazo.

Trabajo o felicidad: elige tu vida

¿Trabajo o felicidad? Elige tu vida.

Ayer tuve una sesión en la que me di cuenta de cuánto me gusta y lo bello que es mi trabajo. 

Juan, un joven hombre que lleva dos años fuera de España para estudiar y trabajar, me dijo que había hablado con su jefe y le había dicho que no era feliz en el extranjero. Que no tenía ningún problema con el trabajo que estaba haciendo en la empresa, y que aun así volvía a casa. No era feliz. Echaba de menos su Madrid, su barrio y los amigos. 

Llevamos unos meses trabajando juntos y le he visto empeñarse hasta la coronilla para conseguir tener éxito en su trabajo y rentabilizar la inversión hecha en tiempo y dinero. Se ha comprometido tanto con su objetivo que ha sacrificado su felicidad. 

Para muchos quizás sea lo más normal del mundo sacrificar la felicidad personal para un trabajo: para mí no lo es. Para mí eso es cosa de otra época. De la época de mis padres y abuelos, que sacrificaban lo que fuera necesario con tal de tener una posición bien reconocida y bien pagada. Para luego llegar a la jubilación, mirar hacia atrás y darse cuenta de que la mayoría de su vida ha transcurrido bajo la tristeza cotidiana de un trabajo que no les ha hecho crecer ni desarrollarse.

Hay gente que vive así.

«Hazte funcionaria» te dicen, por el sueldo fijo. Lo que no te dicen es que también tendrás amargura fija.

Es cierto que no todos podemos permitirnos seguir nuestros sueños.

¿Es cierto?

Yo creo que no es verdad.

Lo cierto es que podemos elegir, y una vez fijado nuestro objetivo, caminar para llegar hasta a él, no importa cuánto tardemos.

Lo que es cierto es que tendremos nuestro ritmo, y está bien. Y que dentro de los márgenes que la realidad nos ofrece, somos libres.

Tengo una amiga en Italia que desde que acabamos el instituto (hace 18 años), trabaja como dependienta en un supermercado y está muy, muy contenta. Se siente realizada en su trabajo. Tiene días mejores y otros peores, pero yo veo cómo siente que es parte de algo que la nutre, además de darle dinero. En este caso no hay que cambiar nada. Eso es muy positivo para todos los implicados.

En cambio, hay otro cliente que trabaja en un banco y está más que amargado, amargadísimo. Por su tranquilidad económica, no quiere cambiar nada. Una decisión más que respetable. Cambiar de profesión es complejo y comporta pagar un precio que no todos quieren pagar. Eso también está bien: el trabajo así es para llevarlo lo mejor que pueda y encuentre un sentido a su vida más allá.

Y luego está Juanjo, que ha salido de su país para conseguir éxito laboral y, después de dos años de esfuerzos, trabajo y soledad emocional; delante de la perspectiva de «normalizar» esta situación de auto-abandono, ha decidido que su bienestar y su vida valen mucho más que un buen sueldo en una reconocida empresa.

Le pregunté: «Cómo estás ahora?».

Y me dijo: «Como si estuviera delante del mar de septiembre, cuando los colores ya no son tan fuertes y la gente va volviendo a su rutina. Tranquilo y satisfecho. En paz».

Y yo me pregunté: «¿Cómo estoy?».

Lo que vi fue asombro, por la belleza de lo que estaba pasando. Ser testigo de cómo un ser humano que había decidido ser fuerte y compasivo consigo mismo y tomar las riendas de su vida a su favor, estaba siendo algo bellísimo y natural… como una puesta de sol.

Si quieres que te acompañe en el proceso necesario para que encuentres tu bienestar personal, las sesiones de Terapia Gestalt conmigo te interesan. Te abrazo.

La amargura de Pedro

Pedro es un hombre de 30 y pocos años. Es padre de tres hijos, uno de 7, uno de 3 y una niña de 6 meses. Hacemos counselling on-line.

Pedro es el director de una gran empresa de producciones audiovisuales en Alemania. Como muchos emigrante en países nórdicos hecha de menos el jamón y el pan con tomate, es originario de Lleida.

Me dice que está amargado.

Desde hace un tiempo su trabajo no le satisface. Era el sueño de su vida, desde que era pequeño soñaba con producir películas y dibujos animados.

Les gustan los ordenadores y trabajar en equipo.

Me dice que últimamente él mismo es un grano en el cXXXo de sus compañeros.

Lo nota, lo sabe.

Sus compañeros no le dicen nada por que es el jefe, también lo sabe.

Le pregunto cómo van las cosas en casa. 

Él me dice repite que está amargado.

Ama su mujer y sus hijos.

Sin embargo solo siente amargura.

Es una primera entrevista y decido arriesgarme con una dinámica práctica para que pueda contactar con su cuerpo.

«Cierra los ojos… contacta con tu respiración… ¿Como estas?, ¿Cómo te sientes? Donde está esto en el cuerpo…. profundiza ahí.»

A menudo la cabeza nos confunde. Puede que me haga creer que no sepa lo que me pasa cuando solo yo puedo saber que me está pasando.

Y lo que le pasa a Pedro cuando contacta con su cuerpo es que encuentra una tensión en la barriga que identifica como insatisfacción, tristeza.

«No debería ser así» repite, «he logrado mi sueño, debería sentirme satisfecho».

Al escuchar esto, recuerdo una frase que he oído por un terapeuta, Paolo Quattrini un Maestro de maestros, que dice: » Cuándo mueren los sueños muere también la energía vital de la persona».

Al fin y al cabo, cuando un sueño se realiza, también muere.

Por causas naturales, pasa de sueño a realidad.

Quizás si Pedro tuviera un nuevo sueño …

Quizás antes de tener un nuevo sueño tenga que despedirse del anterior, rendirle honores.

Rendirse honores.

¿Pedro se ha honrado por haber conseguido el sueño de su vida?

No siempre los sueños se realizan, y cuando esto pasa es algo muy bello.

Es bueno celebrarlo.

Antes de «parir» un nuevo sueño hay que hacer el proceso de duelo.

Antes de la primavera hay el invierno.

Es necesario el invierno, aunque haga frío y todo parezca muerto.

Si quieres ponerte al día con tus «asuntos inconclusos» y descubrir tu sueño, las sesiones de counselling gestalt conmigo te interesan.

De la complacencia por confluencia (tómate un break)

¡Buenos días y feliz lunes!

Quizás te hayas dado cuenta que ayer, domingo, no envié ningún email; y quizás recuerdes que tampoco el domingo pasado lo hice. Resulta que estoy teniendo fines de semanas bien intensos. Por eso he decidido que, de momento, los domingos no enviaré el mail. Así descanso y experimentamos juntos el silencio y la retirada. 

La retirada es ese momento de la relación en el que dejamos atrás el contacto; nos separamos y nos reconocemos como individuo. Es un momento verdaderamente importante para poder asimilar la experiencia. Si no se da este momento, si permanecemos en contacto, no hay integración.

  • Contacto y retirada son los dos extremos en los que se mueve el ciclo de las necesidades. 

Hay que contactar con el medio (o con otra persona) para poder satisfacer nuestras necesidades y hay que retirarse del contacto para poder asimilar la experiencia vivida. Si no hay separación, no hay crecimiento. 

Lo que pasa es que en la separación se nos despiertan los monstruos del abandono y de la soledad. En las parejas vemos claramente cómo a menudo hay confluencia, nunca retirada. Es como que la persona se vuelve «doble», o sea que, cuando un componente de la pareja no está, el otro se siente menos completo. 

De esta manera, la vida tiene sabor si estamos los dos y, si estoy yo sola, la vida ya no tiene sentido. 

Este de la confluencia es un mecanismo que atenta contra la individualidad de la persona, no atenta contra el contacto social. Para mí es un mecanismo artificioso, porque a menudo se enmascara de amor y de buenas intenciones. Mis clientes, a veces, no entienden para qué sirve eso de que la pareja encuentre espacios de individualidad. 

Es necesario que tengan la paciencia de practicar este enfoque durante un tiempo para poder apreciar cómo ambos vuelven a contactar más claramente con sus necesidades y no con las del otro.

Esto no significa que la pareja deba romperse, significa que puede crecer y verse enriquecida por las diferencias que hay… porque las hay.

Voy a poner un ejemplo sencillo: si una parte de la pareja quiere aportar un cambio a su vida, como volverse vegano, tiene todo el derecho de hacerlo. La cosa es cuando su pareja decide también volverse vegano, no por interés real, sino por confluencia. 

La persona toma una decisión por confluencia no tiene la oportunidad de elegir libremente; solo quiere complacer a su compañera. Para la persona que confluye, manifestar la diferencia es muy peligroso, difícilmente lo hará. 

El tema es que esa otra parte se vuelve vegana «olvidándose» (por ejemplo) de que a ella le gustan los chuletones a la vasca y de que una vida de vegana le resultaría terriblemente frustrante.

Como no hay nada gratis en nuestra vida, si hay complacencia por confluencia, también habrá que pagar un precio. 

La pareja pagará un precio. Probablemente, discusiones e incomprensiones.

Si crees que te está pasando algo así; quizás en tu trabajo, con tu madre o hermanos; recuerda que las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan, para poder poner orden en tu vida y en tus relaciones. 

Gracias por estar.

Rutinas de auto cuidado

Ayer mi hermana me dijo: «no hay nada más profundo que cuidar tu superficie». Me pareció una frase que toca un concepto genial. En esta última década, me he ocupado de bucear las profundidades de mi alma, de mi persona, y había dejado de lado la superficie. Mi apariencia. 

Todo esto nace de un video donde me presento y hablo de mi historia. Es un nuevo proyecto que llevo en marcha unos meses. Los comentarios de mis amigos y familiares han sido muy amables, me han dado fuerza y ganas de seguir. Con todo, no he podido obviar unos cuantos comentarios del tipo: «con este pelo pareces una monja» o «ponte corrector para las ojeras».

Aunque tenga cada vez más interés hacia la actitud: «me la suda»; este video ya está hecho y así se va a publicar, el comentario de mi hermana me ha hecho reflexionar. ¿Cómo es que no cuido casi nada mi aspecto exterior?  Y reflexionando, reflexionando, me he dado cuenta de que hace años, más de diez, utilizaba la rutina de belleza para cuidarme. Era una manera de estar conmigo y cuidar mi cuerpo: mi envoltorio, que es mi contacto con este plano de la realidad. No era solo una manera de parecer más guapa, era una manera de conectar conmigo y cuidarme. 

Lo perdí. 

En la jungla de la vida, luchando por la supervivencia y en el viaje interior que inicié, se me olvidó que todas las diosas tenían en los «baños» y en el cuidado del cuerpo un momento sagrado de su vida. 

Digo «todas las diosas», pero no tengo claro que todas lo hicieran. La que me consta que persiguió más de un hombre por haberla interrumpido en sus baños era Artemisia, diosa de la caza y de los bosques. La entiendo, yo tampoco toleraría que se me interrumpiese en un momento tan íntimo y sagrado. 

Llevo años sin apenas acudir a estos momentos de conexión sagrada conmigo misma. 

Si en la vida hay que ser fuertes y cazar, qué menos que honrar a mi diosa interior con un buen baño, con aceites perfumados y… por qué no algún buen masaje de vez en cuando. Y si no me puedo permitir económicamente ir a un Spa o seguir tratamientos de belleza (que es una buena excusa para la mayoría de nosotras), ¿qué tal algo más home made? No hace falta mucho dinero para tomar un rato del día a día; para sentarte delante de un espejo, mirarte a los ojos, conectar de corazón con lo que vas a hacer, extender una crema sobre la cara y luego en las manos. 

Aprovechar este sencillo gesto para darte un masaje y hablar contigo, no para criticar tu aspecto o murmurar: «La piel está cayendo irremediablemente», «qué fea soy», o «ya soy vieja».

Por lo general, las mujeres que conozco se hablan así a sí mismas. 

 ¿Tú crees que una diosa que persigue hombres si la interrumpen en su intimidad, se hablaría así? Yo creo que no.

Yo creo que esta diosa reconocería las cicatrices de sus batallas y cacerías y las cuidaría con amor y agradecimiento por haber sobrevivido a muchas. Muchas experiencias a veces cotidianas, a veces extraordinarias.

Precisamente para celebrar estas experiencias extraordinarias, he grabado este video sobre mi historia.

Si quieres, puedo acompañarte para un proceso terapéutico.

Recibe mi abrazo, disfruta del fin de semana y del video.

¿Cómo se llama tu elefante?

Hoy te propongo un nuevo juego.

No sé si lo sabes, pero tengo un nuevo amigo. Se llama Pillo y es un elefantillo rosa que ocupa mi salón de vez en cuando. Pretende recordarme algo. Es algo tan evidente  que lo he perdido de vista. Por eso ha venido Pillo: para recordarme que hay un aspecto de mi vida que estoy ignorando.  

Una clienta el otro día me dijo: «¡ya se como se llama mi elefante rosa! Tiene el nombre de mi marido; que es enorme, se ha empotrado voluntariamente en el sofá y, aunque no sea rosa, me está dando un mensaje muy claro». Otra clienta me decía: «mi elefante se llama como la empresa para la que trabajo, me está chupando la vida».

El mío se llama Pillo, como se les dice a los niños jugando. Me recuerda precisamente que yo no juego; que me estoy pasando la vida ignorando la parte de disfrute, la parte más hedonista y placentera. Cuando muera probablemente escribirán un epitafio que diga: «Ha muerto cumpliendo su deber». 

Francamente, me da bastante mal rollo.

Quizás la vida sea algo más que resolver problemas y cumplir con expectativas (propias y de otros) muy exigentes. 

Quizás la vida se despliegue en la risa que llena el corazón de calor y humanidad. 

Quizás realmente debamos dejar a las máquinas el cumplimiento del deber y reclamar un espacio de eso, de humanidad. Correr en la naturaleza, oler una flor, contemplar el mar, disfrutar de una buena comida, abrirse a los placeres más carnales y terrenales. 

Dejar que los minutos se vuelvan horas y las horas, días.

Hasta que no seamos dueños de nuestro tiempo, seguiremos siendo esclavos. 

Por eso quiero integrar más el juego, y por eso necesito integrar el juego también en mi práctica terapéutica. 

En esto me ha inspirado mucho Paolo Quattrini, en una conferencia que dio para el colegio de psicólogos en Roma (si recuerdo bien) cuando, hablando de la práctica terapéutica, dice: «Si nos divertimos, sirve más».

Así pues, este es mi elefante rosa.

 ¿Cuál es el tuyo? 

 ¿Cómo quieres llamarle?

Es el asunto pendiente más grande y evidente que tienes… y que sigues ignorando. 

Sabes de qué estoy hablando. Permítete ser brutalmente sincera contigo mismo o contigo misma, la realidad siempre gana. 

No te preocupes, no te propongo enfrentarte a él, no todavía.

¿Cómo pretendes hacer salir a un enorme paquidermo rosa de la puerta de tu casa sin hacer alguna reforma estructural?

Creo que es necesario tiempo y paciencia antes de poder deshacerte de este inesperado compañero de viaje.

No es necesario solo un proceso terapéutico, es necesario abrazar una filosofía de vida que se fundamente en el auto-respeto y en la auto-alianza. Es bueno que alguien experto en esta filosofía de vida te acompañe. Es bueno ponerte pequeños retos que empujen el cambio y que respeten los tiempos de cada uno.  

Recuerda que el proceso de psicocounselling Gestalt conmigo puede ayudarte en ese proceso.