Un mal consejo

A veces una incomoda verdad aparece en nuestra vida. 

Somos libres, sin embargo nuestra libertad acaba donde comienza la libertad del otro. 

El territorio de este juego es una linea de confine entre «el otro» y yo misma.

Cuando dos seres humanos se encuentran puede empezar una lucha o puede empezar un baile. 

En algunas relaciones baile y lucha se alternan.

¿Qué hay en juego aquí?

A menudo es el dominio, tener la razón, pretender saber más que el otro, querer que el otro sea como yo quiero, hay varios factores que entran en juego.

Sin embargo hay un par de cosas que conviene recordar.

La más importante para mí es respetar la libertad de la otra persona. 

Recordarnos en cada momento que «el otro» tiene el derecho de ser como es. 

Es cierto que yo también tengo ese derecho aún así, conviene mas recordar que lo tiene el otro por que por una extraña razón a menudo el primer impulso es querer cambiar el otro.

Hay una especie de culpabilización del otro. 

Parece que «el otro» deba ser de una determinada manera para complacerme. 

¿Te suena esto?

¿Sabes dónde comienza este comportamiento?

Yo creo que, como muchas cosas que hacemos hoy, tiene su origen en la infancia. 

¿Qué acostumbran hacer los padres con los hijos? 

Esta no es una ley, no siempre es así ni todos los padres hacen esto.

A menudo los padres piden a los hijos que sean como ellos quieren que sean. 

Además visten estas expectativas con buenas intenciones: «lo hago para tu bien, me preocupo para ti, quiero que seas feliz y tengas una buena vida… etc». 

No digo que estas intenciones no sean sinceras, sé que lo son.

Me parece una estrategia equivocada. 

Si deseas la felicidad de alguien, su bienestar y le aconsejas jas que se vuelva diferente de lo que es por su propio bien, le estas dando una información equivocada. 

La felicidad no reside en otro lugar que siendo lo que uno es.

Por eso cuando somos adultos nos emperramos en ser diferentes de los que somos. 

Estoy triste y no quiero estar triste, estoy enfadada y no quiero estar enfadada, me enamoro y no quiero ser tierna. 

Aconsejar a alguien que cambie para ser feliz no me parece un buen consejos. 

¿Además sabes lo que el counselling gestalt dice de los consejos?

No sirven de nada, los míos tampoco. 

Si crees que ha llegado el momento para amar quien realmente eres y aceptarte con todas tus luces y todas tus sombras las sesiones de counselling gestalt conmigo te interesan.

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Cristina