Prueba a cambiar la perspectiva: agradece

He comenzado a dar las gracias cada día, varias veces al día. 

He comprado unos pequeños adhesivos redondos donde aparece escrito «gracias», y debajo, un corazoncito dibujado. Me gustan mucho.

Entiendo que te parezca algo pava.

De momento los he puesto en el ordenador y en el móvil.

Me cuesta ser agradecida. A menudo quedo insatisfecha por lo que tengo, codicio más. 

Para mí se trata de dar las gracias porque respiro y, en este momento, estoy sana. Esto me ayuda a recordar que realmente tengo todo lo que necesito. Lo más importante es la salud, cuando falla la salud, todo lo demás se va al garete. Algo que muchos enfermos terminales saben muy bien. 

Frente a la enfermedad no hay dinero, fama o prestigio que te ampare.

A menudo damos por hecho nuestra salud y esto nos lleva a subestimar su importancia. Dar las gracias es vivir más consciente de lo importante que es estar bien. 

Además, me ayuda a estar en la disposición de aceptar todo lo que ocurre. Cualquier imprevisto, cualquier tropiezo o desatino se puede agradecer. 

De esta manera, cambio la perspectiva. 

  • Al cambiar la perspectiva, hay más libertad para poder observar lo que está pasando.
  • Observar con libertad es el primer paso para poder elegir con libertad. 

Si no tienes delante todas las opciones a tu disposición, si no miras en todas las direcciones y desde varias perspectivas, difícilmente podrás elegir con libertad.

Si solo ves una opción o dos no hay mucho que elegir. Cuanto más libre eres, más perspectivas tienes. 

Es cierto que eres libre, pero ¿durante cuánto tiempo del día estás libre?

Es muy probable que a menudo caigas víctima de alguna exigencia tuya o de expectativas, ansiedad, deseo. Es posible que te pierdas persiguiendo alguna zanahoria de la vida o que te dediques a huir de tus fantasmas.

¿Algo de eso es libertad?

Cuando te encuentres perdida tras algún fantasma, o alguna quimera, prueba a agradecer. Prueba a agradecer el hecho de estar respirando, y a ver cómo te encuentras cuando lo haces. Se trata de darte un momento de break, escuchar el sonido de tu respiración y sentir cómo estás. 

Recuerda, las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan para desarrollar tu potencial.

Gracias por estar. 

La diversidad es riqueza

Pues nada, los ingleses ya se van. Esta noche dejarán de figurar en la Unión Europea. Personalmente, me sabe mal. Entiendo que no estuvieran cómodos con las reglas de la Unión, yo tampoco lo estoy. Sin embargo, sigo creyendo que la unión hace la fuerza. 

Es cierto que con la Commonwealth de tu parte, tienes fuerza suficiente para bailar sola. Será que crecí en los años 80… Me doy cuenta de que realmente me educaron en un sentimiento de hermandad hacia las demás naciones europeas. 

Y no solo hacia las demás naciones europeas, si no también hace las demás regiones italianas. Es cierto que, en Italia, hemos perdido mucho la identidad regional. Cuando se habla el dialecto regional, se considera ignorancia. Se valora mucho el hablar la lengua común, el italiano, como indicador de cultura. Me parece una lástima, igual que olvidarse de añadir sal cuando cocinas pasta: una lástima.

Esto pasaba hace quince años. Hoy en día no lo sé, no lo tengo claro. 

Para mí Catalunya ha significado volver a descubrir la importancia de las raíces y la cultura que las protege y alimenta. Es una lástima que la globalización requiera planchar todas las diferencias, en lugar de valorarlas y potenciarlas. 

No puedo dejar de pensar cuánto mal hace criticar las culturas diferentes de la mía para que la mía gane en importancia y verdad. 

¡Que tontería! 

Además, es una tontería que se contagia y provoca que se acabe criticando mi país, el tuyo, el suyo. Nadie está a salvo, simplemente porque en realidad nuestras culturas se asemejan todas, todas tienen sus partes positivas y negativas. Es un juego absurdo que nos aleja de nuestras hermanas y hermanos, solo para ver quién es el mejor.

Es interesante ver cómo, prácticamente en cada país, las regiones del norte critican a las del sur por ser vagos y no concluir sus propósitos, mientras que las del sur le reprochan al norte una excesiva rigidez, amargura y un no saber vivir. Esto lo vemos tanto en los países escandinavos hacia los países latinos de Europa, como en pequeña escala entre regiones. 

Seguimos dando fuerza a un sistema estereotipado que no se basa en la realidad, sino que se basa también en prejuicios que hemos heredado con nuestra cultura. 

La lealtad se dirige hacia nuestro grupo de pertenencia. Es una cuestión muy territorial, instintiva. Se trata de «los nuestros» en contra de «los otros», los bárbaros. Y bárbaros, en algún momento de la historia, hemos sido todos; seguimos siendo todos. 

A mí me gusta la idea de que los bárbaros aprendan a vivir entre bárbaros de diferente lengua, colores o sabores.  

Para algunos, la diversidad es riqueza.

Si quieres valorar más tu diversidad personal y entablar buenas relaciones diplomáticas con los bárbaros que te rodean, las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan.

Gracias por estar, te deseo un feliz fin de semana.

P.D. Entiendo que si Inglaterra deja la Unión podemos escapar también de la esclavitud del inglés, ¿no?

Nos tratamos como nos trataron

Mucho de lo que nos pasa hoy viene del pasado. 

Nos tratamos como nos trataron: no es una justificación, sino una constatación. 

Hoy nos callamos porque ayer nos dijeron: «cuando los adultos hablan los niños callan». Y nos lo creímos y obedecimos. O nos rebelamos y hoy no nos callamos aunque Dios mismo nos lo pidiese, porque: «ya verás tú quién soy yo». Una voz de venganza, una voz de justicia por los abusos, el abandono, sufridos.

Para el counselling Gestalt, la importancia del pasado se refleja en el presente. 

No es como el psicoanálisis, que busca en el pasado el origen de la neurosis actual, pero sí se reconoce que la persona que soy hoy se formó ayer en un determinado entorno, con una melodía de fondo concreta.

Hoy somos libres de darnos todo lo que no nos fue dado, lo que necesitamos y anhelamos como agua de mayo en pleno desierto. 

Y no lo hacemos. 

La mayoría de las veces no lo hacemos. Preferimos olvidar lo que fue y tirar a campar como mejor podemos. 

El tema es qué llevamos dentro de aquel niño o aquella niña herida, abandonada o ignorada, mandada a callar, humillada abiertamente por ser demasiado gorda o lenta o por ser demasiado buena, tonta, o muy avispada.

No hay solo una herida, hay muchas; como adultos de hoy y niños de ayer. Y esta herida, en el mejor de los casos, la tenemos presente y nos ocupamos de ella. 

En el peor, la hemos olvidado, escondido detrás de una fachada de fuerza, de pulcritud, de éxito. Desde el olvido no podemos hacer mucho. 

¿Qué pasa, que preferimos no recordar?

Que el dolor sobrecoge. 

El dolor da miedo y pensamos que no sirve de nada, porque de nada nos sirvió entonces. Porque no nos escucharon, porque los que tenían que cuidar de nosotros nos fallaron. Aunque fuera sin querer o por causas de fuerza mayor. 

Nos quedamos sin amparo. Hicimos lo que pudimos con lo que vivimos.  

Hoy quizás sigamos acarreando con las consecuencias de lo que fue. Pero también hoy podemos reparar todo aquel dolor. Poco a poco. Haciéndonos responsables de aquello, descubriendo a aquella niña herida que sigue viviendo en nuestro corazón. 

Así, desde la adulta que soy hoy, me ocupo de cuidar de mí, desde la comprensión, desde la compasión, desde la solidaridad o desde donde sea. Lo importante es cuidar de mí. 

Lo importante es que cuides de ti. 

Nadie más va a hacerlo en nuestro lugar.

Si quieres comenzar a cuidar de ti, el counselling Gestalt es un buen camino para que te acerques a tu corazón y las sesiones de counselling conmigo te interesan.

La trampa de querer ser mejor persona

Hoy reflexiono sobre la importancia de darme cuenta de qué ocurre dentro de mí y cómo eso puede ser confuso, a veces.

Cómo puede ser confusa la experiencia interna es algo que me deja algo estupefacta.

¿Significa que no la veo bien?

¿Significa que no sé mirar hacia dentro?

De alguna manera sí, significa esto. 

Quizás en mi infancia/juventud, no he aprendido a dar significado correcto a lo que experimentaba. 

Mejor dicho: he aprendido a dar el significado que mis padres, y los adultos de referencia, le daban. Ellos a su vez, aprendieron a dotar de significado su vida con lo que sus adultos de referencia les enseñaban… y así hasta el principio de los tiempos. 

He aprendido a jugar un rol basado en un entendimiento sesgado, interpretado y manipulado. No por malas intenciones; sino por ignorancia. Por ejemplo: llevo toda la vida sintiendo un impulso dentro de mí que me lleva a querer ser mejor persona. Siempre he pensado que esto era una parte buena de mí. 

Recientemente me he dado cuenta de que, si quiero ser mejor persona, de base debo creer que «aquí y ahora» no soy tan buena persona. ¿No? Si no, no querría esforzarme y cambiar.

Dicen que lo «mejor» es enemigo de lo «bueno».

Quizás de pequeña me gustara esforzarme para ser una niña buena. Así mis padres estaban contentos; y si mis padres estaban contentos, yo también lo estaba. 

Una felicidad reflejada, que viene después de un esfuerzo, un sacrificio personal; y no como estado natural del ser.

Ha llegado un momento en que si sigo esforzándome para ser mejor, estoy siendo injusta conmigo misma. La vida se ha vuelto un entrenamiento que no da valor a lo que he conseguido, solo a lo que queda por conseguir. 

  • ¿Para qué?

¿Para ser la más cansada del cementerio?

¡Uf!

Entonces, si no quiero esforzarme para ser mejor persona, ¿qué queda? 

Territorio desconocido. 

Inexplorado. 

Lo que me viene es: «ser feliz».

Me queda ser feliz; para ser «la más feliz del cementerio». 

Eso me gusta. 

¿Cómo puedo ver la diferencia entre esforzarme para ser mejor persona y ser feliz

Creo que tiene que ver con lo que siento, con cómo estoy. La felicidad se siente en el corazón. Y es una vocecita en mi cabeza la que me sugiere otro desafío, otro aprendizaje, otro objetivo para ser mejor.

Quizás se trate de comprender que no hay nada que cambiar, nada que hacer, ningún lugar adnde ir para gozar de la paz del corazón.

La paz del corazón, que bien podría ser un derecho fundamental, puede ser argumento de nuestras sesiones juntos de counselling Gestalt.

Te interesa.

Recibe mi abrazo.

El equilibrio dinámico

Voy a hablarte del solsticio de invierno. Es un momento mágico, lleno de simbología. 

Te cuento. Érase una vez… 

No, eso siempre ha sido así e intuyo que también lo será.

Estamos viviendo los días más oscuros del año. Ahora parece que las fuerzas de la noche prevalezcan sobre las del día. El tiempo se estira, el equilibrio se ha perdido. Hay tres días de profunda oscuridad. Hasta el 24/12, que es cuando la luz vuelve a ganar. 

Los egipcios y los romanos celebraban el 24/12 la fiesta del Sol y decidieron establecer el nacimiento del Cristo el mismo día. No es que Jesús haya nacido de verdad ese día; ni tampoco los reyes creo que llegaran el 6/1. Es una leyenda simbólica. 

El 24/12 celebramos que la luz vuelve. Es la promesa de recuperar el equilibrio, es la esperanza de que el sol vuelva a calentar los campos, de que las semillas vuelvan a nacer y nutrirnos con el ciclo de luz y calor.

Eso hay que celebrarlo. 

Pongo el acento en el ciclo. No se determina la victoria absoluta sobre la oscuridad. Volveremos a perder el equilibrio.

Te invito a considerar el equilibrio como algo en movimiento, no estático. Perder el equilibrio también es necesario. 

Si no hubiera error, pérdida de equilibrio, no habría crecimiento. Si las horas de sol estuvieran siempre equilibradas, no habría germinación ni floración, con la consecuente muerte de las plantas. No sería posible la vida.

Te invito a pensar cómo sería ese principio en tu vida.

Por la misma razón, el aumentar de horas de luz tiene también su tope. Eso pasa el 21/6 y por eso celebramos el 24 Sant Joan, que es la última de las tres noches más cortas del año. 

Las brujas vuelven a cabalgar libres. Igual que nosotros, que también cabalgamos el equilibrio y el desequilibrio. 

Es un poco utópico pensar que existe un equilibrio que alcanzar y donde permanecer. No hay ninguna pradera donde construir nuestro equilibrado hogar. 

El equilibrio es un proceso dinámico que se pierde y se recupera.

El secreto está en nuestra habilidad de manejo de este proceso. 

Si quieres volverte hábil, las sesiones de counselling Gestalt conmigo te interesan.

Entre mocos y digestiones demasiado rápidas

Llevo dos días muy resfriada.

Bueno quizás tres, no lo sé, no recuerdo. 

Te confieso que lo paso muy mal cuando me lleno de moco.

Ayer estaba atendiendo a una cliente y tenía todo el oido taponado, escuchaba como si estuviéramos debajo del agua. 

Sé que es una tontería. 

No estoy preocupada, estoy ahondando en una «sub-vida». 

Seguro que te parece exagerado y sé que la soy. 

No estoy acostumbrada a enfermar, no me pasa a menudo de hecho como mucho una vez al año y nada más grave de un poderoso resfriado, sin embargo no me acostumbro, no lo acepto. 

¿Cómo se puede no aceptar estar malita?

Eso mismo me pregunto yo. 

El bajón me lleva a tener pensamientos grises, no estar fuerte me afecta anímicamente. 

Esta dicen ser una característica muy masculina. 

Yo no creo mucho en eso de características masculinas y femeninas sin embargos estos tópicos (típicos) me ayudan a enfocar «lo que dicen» para acabar diferenciarlo de mi individualidad, puedes hacer lo mismo. 

Aunque sepa que la fuerza física y la fuerza psicológica no van necesariamente de la mano, para mí sí que lo hacen. 

Si pierdo la fuerza física psicológicamente me quedo muy frágil.

Qué fuerte, ¿no?

Una terapeuta que confiesa que unos mocos la dejan K.o. 

Una terapeuta es una persona, yo soy una persona. 

Y como persona tengo mis fortalezas y mis debilidades. 

No se trata de cambiarme, se trata de aceptarme y acompañarme.

Yo no me propongo acompañar los proceso de desarrollo personal pretendiendo saberlo todo o tenerlo todo resuelto, por qué no es así. 

No lo tengo todo resuelto, ni soy perfecta. 

A veces tengo miedo, me siento frágil y no sé que hacer.

Otras me como el mundo en el desayuno y a la hora de la siesta ya lo tengo digerido, preparada para volver a empezar. No paro hasta que unos mocos me hace zancadilla y me vuelvo fofa. 

¿Es posible que estando malita me salga toda la cansancio que no atiendo en mi día día?

Parece ser que son los problemas de salud los que me hacen ralentizar, yo sola no lo hago. 

Quizás, aunque yo no sienta la necesidad, estaría bien aprender a parar más a menudo; estando fuerte y saludable.  Aunque no contacte con esta necesidad, recordarme que bajar el ritmo es necesario, hace parte de cuidar de mi. 

Sé que es necesario el equilibrio sin embargo me pierdo en el hacer y me olvido de ello o lo evito por qué, francamente  no me resulta atractivo. 

Hace veinte años, cuando estudiaba en el instituto una profe me dijo «recuerda que en el medio de los extremos está la verdad». 

Le conteste: «En el medio de los extremos solo hay aburrimiento».

Hoy día, sé que tenía razón sin embargo el camino del medio me sigue pareciendo poco atractivo.

Si quieres experimentar los beneficios de volverte consciente de tus mecanismos internos, de tus trampas y de tus fortalezas; las sesiones de counselling gestalt conmigo te interesan.

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Cristina